Un cirujano, una periodista, el Papa y un detective privado

Un cirujano, una periodista, el Papa y un detective privado

Un cirujano famoso en Italia promete a una periodista americana una boda oficiada por el Papa.

El médico, célebre por sus arriesgadas operaciones, engañó a la periodista de la cadena NBC con un enlace al que estaban invitados los Obama, los Clinton, Putin o Sarkozy. Un detective privado ha descubierto el pastel.

Un famoso cirujano italiano había prometido a una respetada periodista americana de la cadena NBC, a la que había seducido, un matrimonio excepcional. La ceremonia sería celebrada por el Papa Francisco en Castel Gandolfo y en primera fila estarían invitados los grandes del mundo: Obama, los Clinton, Putin y Sarkozy, Elton John, Kofi Annan, Russel Crowe y Kenny Rogers, además de otras celebridades y estrellas de Hollywood.

La gran fiesta se iba a cerrar con un concierto en Castel Gandolfo con el tenorAndrea Bocelli. Para hacer creíble su promesa, el cirujano había dicho que era médico personal del Santo Padre. Al final, un detective y medios americanos han descubierto la sucesión de promesas imposibles y han destruido el mito del súper-cirujano.

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Los protagonistas son Paolo Macciarini, de 57 años, natural de Viareggio (Toscana), cirujano con fama de realizar operaciones aparentemente imposibles, incluso en Barcelona. Periódicos italianos y del resto del mundo, incluido «The New York Times» y «The Washington Post», lo elogian y publican reportajes, por haber inventado el transplante de tráquea. Lo describen como un médico que hace aparecer como posibles las cosas imposibles. Operaba sin descanso en Italia, Francia, Alemania, España, Suecia, Rusia y Estados unidos. Ella es Benita Alexander (49 años), conocida y celebrada periodista de una de las grandes televisiones, la NBC, con un pasado sentimental complicado, tras un primer matrimonio fracasado y un segundo en crisis.

Amor a primera vista

 

La historia comienza cuando la NBC encarga a Benita Alexander realizar un documental sobre el cirujano estrella, Paolo Macciarini. Lo encuentra en un bar de Boston. Se produce el flechazo, amor a primera vista: Benita cae en brazos de Macciarini y desde allí se inicia un romance de ensueño, con viajes, regalos y fugas de amor: Bahamas, México, Grecia y, cómo no, Venecia. En la ciudad de los canales, se apuntan al fenómeno Moccia, a la moda de colocar candados con el nombre de la pareja como símbolo de su amor: bajo el puente de la Academia, cierran como dos adolescentes el candado que han comprado juntos y en el que han grabado sus iniciales: «B.P Per sempre». La historia de amor alcanza su apogeo cuando él le pide la mano y propone el matrimonio, a celebrar el 11 de julio del 2015 en Castel Gandolfo, en la residencia veraniega de los papas. Benita Alexander, fascinada por el cirujano, no tiene dudas: deja definitivamente su segundo marido y confía en todas las promesas de Paolo Macciarini.

Acusaciones contra el cirujano

Pero la periodista americana no sabe que el cirujano tiene un proceso en Italia –la primera audiencia fue el pasado 8 de enero en Florencia– y debe responder a duras acusaciones: abuso de poder, aprovecharse de fondos públicos, falsedad y ocultamiento de datos. También en el instituto Karolinska, cerca de Estocolmo (Suecia) uno de los centros médicos más prestigiosos de Europa, algunos cirujanos ponen en duda la ética de su profesionalidad y la efectividad de sus transplantes «milagrosos». Benita Alexander no sabe tampoco que la primera paciente operada por Macciarini en el 2008 en Barcelona –un transplante de tráquea con el órgano de un donante revestido de células estaminales que lo hizo famoso continua sistemáticamente bajo su bisturí, porque el transplante no resultó perfecto como él prometía. Después cambiaría su técnica, utilizando para los transplantes tráqueas artificiales. En definitiva, un cirujano con mucha fama, pero también con muchas sombras.

Enloquecida por amor

Benita Alexander está enloquecida por este cirujano italiano, con un comportamiento extremo. Y así lo juzgan quienes lo conocen: «O lo amas o lo odias». La periodista, por seguir a su amor, decide transferirse a Europa y deja la NBC. Poco después le llega la ducha fría: un amigo le informa que en la fecha que se había fijado la boda, el Papa estaba en Paraguay, celebrando misa precisamente el 11 de julio 2015 en el santuario mariano de Caacupé. El cirujano se justifica ante Benita y culpa a los funcionarios del Vaticano, prometiendo que arreglará todo.

Detective Privado descubre el engaño

Ella, que ya se había comprado hasta el vestido de novia, comienza a sospechar y coloca un detective privado tras los pasos de Macciarini. Se pone así de relieve que todos los detalles del matrimonio con el Papa, al igual que otras promesas, son completamente falsas, inventadas. El detective privado descubre incluso que el cirujano está casado todavía con la misma mujer desde hace 30 años. Un desmentido llega igualmente del portavoz del pontífice, el jesuita Federico Lombardi: «No existe ningún médico personal del Papa con el nombre Macchiarini».

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El engaño ha quedado totalmente al descubierto, con el cirujano Macciarini desenmascarado. El detective privado Frank Murphy, durante 15 años en la policía de Pensylvania, manifiesta asombrado: «No he visto en mi larga experiencia, un mentiroso de este nivel. Es increíble». Boquiabierto permanece también Ronald Schouten, psiquiatra y profesor de Harvard: «Macchiarini es la forma extrema del mentiroso, no sabe contenerse».

La revista «Vanity Fair», en su edición americana, publica un largo reportaje, recogido por el «Corriere», y pregunta a Benita Alexander: «¿Cómo es posible que no tuviera nunca dudas?» Ella responde: «Era un famoso y hábil cirujano. Yo lo estaba siguiendo por el mundo para contar su historia en el documental. ¿Cómo podía imaginar que sería capaz de inventarse todo y poner en peligro su reputación?»

Paolo Macciarini ha elegido el camino de no replicar y no responder a los medios que le han solicitado una explicación sobre su actividad médica y el engaño a la periodista americana. El cirujano ha olvidado seguramente también el juramento hipocrático: «Pura y santamente viviré y ejerceré mi arte».

Ángel G. Fuentes

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